martes, 5 de septiembre de 2017

Festum, Fuente Obejuna, La vaquera de la Finojosa o el Halcón y la Columna. La memoria histórica de los pueblos de Córdoba

La alusión en el título de esta entrada a la «memoria histórica» pudiera llevar a algunos a pensar que estoy en contra de la ley conocida por ese término, y nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre es que el nombre con el que se conoce esa ley, que debía ser del honor y la dignidad, ha hecho fortuna de manera equívoca, más aún cuando la perversión política la ha convertido en una apelación a la discordia en franca oposición al espíritu fundacional de nuestra democracia que reside, precisamente, en la concordia. Y sólo tenemos que ver el esperpento de los nuevos callejeros determinados por la referida ley, donde se eliminan nombres como el Inca Garcilaso o Luis de Góngora, por «sonar» a franquistas. De ahí que prefiera aplicar el término a ese pletórico y ejemplar ejercicio de búsqueda de la propia identidad de muchos pueblos de Córdoba, desde la participación ciudadana la real, no la de los programas políticos y la creatividad artística y cultural, que ha hecho más llevadera la insufrible canícula de este pasado mes de agosto.

Representación de El Halcón y la Columna
            Este es el caso de Belalcázar, pueblo del norte de la provincia, limítrofe con Extremadura, que puso en escena El halcón y la columna, obra de teatro popular del dramaturgo cordobés Francisco Benítez, en el espacio único del monumental convento de Santa Clara. Fue la oportunidad de ver a 150 vecinos de la localidad, actores noveles, paseando por el siglo XV, rememorando su propia historia a través de un texto lleno de conflictos, intereses y luchas territoriales. Ha sido la cuarta edición de una recreación teatralizada de la historia del Condado de Belalcázar en un lugar de valor patrimonial sin parangón, con la participación de los vecinos, que comienza con la muerte del Maestre de Alcántara, Gutierre de Sotomayor, sigue con la unión entre Alfonso de Sotomayor y Doña Elvira de Zúñiga, para concluir con las relaciones de Doña Elvira y su primogénito, primer Conde de Belalcázar, que pasó a la historia como Juan de la Puebla. En definitiva, se trata de una experiencia única y sorprendente pues el espectador queda atrapado ineludiblemente en una atmósfera singular donde el movimiento de actores y caballos, el vestuario, la iluminación, la música e incluso el olor a incienso, son elementos determinantes y envolventes.

Representación de La Vaquera de la Finojosa
Caso semejante ocurre en la limítrofe Hinojosa del Duque, donde cada cuatro años los vecinos representan La vaquera de la Finojosa, obra teatral, también compuesta por Francisco Benítez, basándose en la famosa serranilla del marqués de Santillana que comienza «Moça tan fermosa non vi en la frontera como una vaquera de la Finojosa», convirtiendo la plaza de la catedral de la Sierra en un escenario extraordinario. Este año no hemos podido gozar de ese espectáculo popular, pero sí tenemos el aperitivo de la exposición de vestuarios, montajes y fotografías sobre los 20 años de representación, que se cumplirán el próximo agosto, cuando la podremos ver de nuevo bajo la dirección de José Caballero, que ya dirigiera la tercera y cuarta edición.

Representación de Fuente Obejuna en la plaza del pueblo
            Tampoco este año hemos podido disfrutar en el pueblo de Fuente Obejuna de la representacion de ﷽﷽﷽﷽ste año hemos podido disfrutar de la representaciscenario extraordinario. este ón de la obra de Lope de Vega; pero sus vecinos se desplazaron nada menos que a Almagro, considerada hoy como el templo del teatro clásico, para dejar perplejos a unos afortunados espectadores que disfrutaron con la nueva y actual versión del grito de un pueblo contra la injusticia. La obra se viene representando en el pueblo del Guadiato cordobés desde 1935 con una periodicidad irregular, dándose la particularidad de que desde 1992 son los propios vecinos los que la representan. Fui testigo, como parte del equipo patrocinador, de aquella primera versión popular bajo la dirección de Mª Paz Ballesteros. Y observé de cerca los nervios, la preocupación de los actores al no ser profesionales; pero también fui testigo de esa convivencia extraordinaria, de esa unión ilusionada en pos de un reto cultural diferente, identitario. Porque los vecinos llevan y han llevado siempre a gala ese legado de símbolo de la lucha de un pueblo contra la opresión, como declaró el técnico de la concejalía de cultura, Angel Luis Martín, momentos antes de la puesta en escena en la plaza de Almagro: «Lope nos dejó en herencia esta obra sobre la injusticia y estamos orgullosos de defender este legado. Todos los nacidos en Fuente Obejuna llevamos dentro el compromiso de defenderlo y transmitirlo». Y ciertamente, bien que son leales a esa heredad social y cultural, pues solo hace falta verlos actuar con ese nivel de implicación para no poder evitar la emoción.

Festum. Detalle de una de las múltiples representaciones en Almedinilla
            Ejemplar y modélica resulta igualmente la dinamización de todo un pueblo como Almedinilla, en el sur de la provincia, en torno a su pasado ibero-romano hasta el extremo de determinar también su presente y futuro. Me refiero a la celebración, también agosteña, de FESTUM Jornadas Ibero-Romanas, durante las cuales todo el pueblo se transforma rememorando ese pasado, en una rica oferta cultural donde no está exento el ocio, siempre dentro del más absoluto respeto al rigor histórico. Porque Almedinilla, desde que se descubriera su villa romana, en 1988, y en ella la escultura de bronce de  Hypnos —dios del sueño vinculado iconográficamente a la noche, la muerte y la memoria—, se ha convertido en el paradigma de un innovador concepto de rentabilidad cultural, en el que se reafirma la importancia de esa dimensión en los procesos socioeconómicos y en el desarrollo de los pueblos.
Porque, como en ningún otro lugar, se visualiza una actividad que, no sólo contribuye al desarrollo económico, sino a la integración social, a la convergencia de políticas culturales o turísticas, siendo además portadora de valores y respeto por los recursos, tanto culturales como naturales. Pero, como en los ejemplos anteriores, Almedinilla se distingue además por el énfasis puesto en la importancia de la participación de los ciudadanos, pues si posee un patrimonio cultural y natural con el suficiente atractivo como para generar una corriente de visitantes, este patrimonio forma parte, también, del disfrute propio de sus habitantes. Y esto se traduce en desarrollo local, fundamentado en la capacidad de optimizar los recursos, pero colocando siempre en primer lugar a su población y la cultura elaborada y mantenida por unas gentes que aplican los dictados de la razón al corazón.
Esta positiva senda la siguen otros pueblos como Santaella, Aguilar de la Frontera o los pueblos de la Colonización de Carlos III. Y realmente, todo ello, por su riqueza y vitalidad, nos reconcilia con una esperanza perdida sobre el futuro cultural de nuestros pueblos ante la nefasta, suprema y tiránica influencia de la televisión basura.


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