martes, 26 de enero de 2016
"Espectros en Trassierra" en el programa de TV "Córdoba Misteriosa"
La semana pasada participé complacido en el programa televisivo “Córdoba Misteriosa”, que dirige y presenta José Manuel Morales, colaborador del programa Cuarto Milenio, de Iker Jiménez en Cuatro TV, entre otras muchas actividades que entusiásticamente promueve. Y digo que participé encantado tanto por la dignidad del programa como por el hecho de que mi novela haya despertado interés en el ámbito de lo paranormal, ponderando algunos especialistas en el tema el hecho de que en siglos pretéritos hubiera manifestaciones espectrales de características parecidas a las que hoy se registran en distintos lugares. Sin embargo, este hecho de la historicidad de lo que pudiéramos catalogar como “prodigios” no llama tanto la atención del estudioso de la historia de Córdoba, pues, desde siempre, cronistas e historiadores han consignado ingentes fenómenos extraordinarios en nuestra tierra, si bien en la mayoría de los casos basados en leyendas y no en testimonios, como es nuestro caso. Ejemplo de ello es la frecuencia con la que Ramírez de Arellano, en sus Paseos por Córdoba, relata todo tipo de sucesos prodigiosos ocurridos en las casas y barrios de Córdoba, al igual que la difusión y el conocimiento que hoy tenemos del manuscrito anónimo del siglo XVII, rescatado por Menéndez Pelayo y la Sociedad de Bibliófilos Españoles a mediados del siglo XX, sucediéndose desde entonces las ediciones bajo distintos títulos, siendo el más conocido el de Casos Notables de la Ciudad de Córdoba.
Aunque el origen de mi novela fue el descubrimiento del legajo en el que numerosos testigos hablan de “casos prodigiosos” que suceden en las ruinas de un convento abandonado en la sierra de Córdoba, debo confesar que no me propuse nunca entrar en el análisis o la investigación acerca de la “verdad” o naturaleza de estos hechos, admitiendo sin embargo la sinceridad de los testigos. Ellos están seguros de lo que vieron y oyeron, y así lo declaran abiertamente jugándose el tipo pues en esos momentos, en pleno siglo XVII, cualquier atisbo de heterodoxia corría el riesgo de tener que enfrentarse al escabroso Tribunal de la Inquisición. Los “prodigios” me sirvieron de coartada perfecta para dar vida en la novela a aquellos acontecimientos que ocurrieron en unos tiempos en los que convivieron la extravagancia, el desorden y la inmoralidad, el hambre y la miseria, los crímenes inconcebibles y la milagrería más disparatada. Pero construyo mi obra en torno, esencialmente, al empeño de un hombre por llevar a término, frente a todo tipo de adversidad —de orden interno y externo—, su objetivo, su ideal de vida, organizado y desarrollado a la manera clásica en una especie de secuencia caminante, que va desde el punto de partida a una aparente llegada, frustrada a la postre por la adulteración de ese ideal. Por lo demás, como digo quizás abusando de la imagen literaria, en la novela dejo actuar libremente a los protagonistas para que sean los lectores los que dicten sentencia.
No obstante, comprendo el atractivo de estos “prodigios” para el amante de lo enigmático y paranormal, y que se desprende de la fuerza de los mismos, patente ya en el resumen contenido en el texto introductorio de la “Probanza de los casos prodigiosos que Dios Nuestro Señor ha obrado en el sitio que fue convento de Desierto de San Juan Bautista, de Carmelitas Descalzos, en la Sierra de Córdoba”, como reza el título del expediente de 1653:
“… y por que en el dicho sitio y convento han sucedido y suceden muchas cosas maravillosas como son que los marranos y demás ganado que se han encerrado en la dicha casa han salido huyendo asombrados y otras veces se han visto caer fuera de las dichas tapias arrojados con violencia siendo ellas muy altas. Y no habiendo persona de nosotros que lo pudiese hacer, y otras veces encendiéndose grandes fuegos en la dicha casa algunas de la veces que han entrado en el sitio que era iglesia los dichos marranos y ganado, sin haber habido causa de que se procediese dicho fuego, con que se ha conocido ser causa superior. Conociéndose esto, más con muy grandes y particulares asombros que han recibido los que han entrado a profanar el dicho sitio y lugar sagrado, de que unos han muerto, y otras han perdido el juicio y a otros los han echado con violencia. Y lo que más es se han oído voces, diciendo que hasta cuando se había de profanar el dicho lugar sagrado contra la voluntad de Dios, oyéndose en días festivos como de Hábeas y Navidad y otras solemnes del año muy grandes músicas como de religiosos que cantan en el coro, y otras ocasiones en las ventanas de la casa vístose por muchas personas religiosos de la dicha orden, como que estaban asistiendo en el dicho convento, siendo así que no lo había ni hay en él, y cada día se experimentan y ven en él prodigios semejantes, y porque al derecho y justicia de dicho convento de Córdoba y de la religión, y para los efectos que más le convenga y hubiere lugar de derecho, le convienen probar y averiguar todo lo susodicho y el estado en que hoy está y se halla el dicho convento que así estaba fundado en el sitio de la Sierra”.
Los religiosos interpretan estos prodigios como manifestaciones divinas que reclaman la vuelta de los religiosos al convento, porque eso es lo que subyace en esta movilización: el interés por la recuperación de las tierras adyacentes al convento, sus rentas y la restauración del edificio eremítico. Pero los testigos nunca atribuyen las maravillas a la divina voluntad. Lo más aproximado que refieren es el uso del término “sobrenatural” o “no humano”; pero sí, en cambio, prácticamente todos señalan que en el lugar están enterrados los frailes que murieron durante la época en que lo habitaron, además de toda la gente que murió allí cuando se refugiaron en el despoblado convento durante la época de la peste en Córdoba, ocurrida unos años antes. Con lo cual, San Juan Bautista se inscribe en ese apartado genérico de la geografía de “lugares encantados”, cuyo común denominador es haber sido un lugar de muerte, más o menos dramática, evidenciada además en sus enterramientos. Son muchos los testigos que hablan de apariciones espectrales, como frailes en las ventanas, e incluso mujeres, como el caso de Lázaro Pérez, arrendatario del lugar, que perdió la razón al ser expulsado del edificio —que él regentaba— “por una mujer”.
José Manuel y su equipo de colaboradores van a estudiar el lugar con sus medios de alta tecnología, propia de la investigación de fenómenos paranormales, pues los testimonios aportados ya les ofrecen suficientes garantías de obtener algún éxito. Será, sin duda, interesante seguir dicha investigación, así como sus resultados, más aún para alguien que, como yo, ha llegado a identificarse con los testigos, haciendo que se movieran por aquel idílico escenario, reviviendo sus hechos, sus cuitas y pormenores vitales en las páginas de una novela. Pero mientras tanto, seguiré pensando que los “hechos prodigiosos y maravillosos” son productos de las desdichadas circunstancias del hombre cordobés del Barroco. El mismo José Manuel me preguntó durante la entrevista por el contexto en el que estas manifestaciones se produjeron y, en la respuesta, podemos encontrar una explicación aproximada a la razón.
No descubrimos nada si decimos que a mediados del siglo XVII estamos en medio de una gran crisis generalizada: el imperio se desmorona, se pierde definitivamente Portugal, el comercio con América, que había sido el motor de la economía, entró en barrena; la decadencia y ruina de la artesanía arrojaba a la vida picaresca, la vagancia y la mendicidad a numerosos obreros y tampoco quedaron a salvo las clases más acomodadas pues el incremento abusivo de la fiscalidad, con medidas tan draconianas como el descuento en los juros —rentas perpetuas parecidas a la deuda pública actual— llevó a la ruina a muchos ahorradores.
Pero esta crisis generalizada se agudiza si nos detenemos en Córdoba, donde en 1653 se vivía aún bajo los efectos del Motín del Hambre, la mayor agitación social del siglo en la que a la violencia popular le siguió una feroz represión, sucediéndole además la devastación mortífera de la peste.
Las cosechas de 1650 y 1651 fueron de las más bajas del siglo en Andalucía, originando en la primavera de 1652 una grave escasez y carestía de pan. En estas circunstancias, los ricos hacendados “atesoraron” el trigo para que subieran los precios, provocando una crisis alimentaria de primera magnitud. Por si no fuera suficiente, la peste, que entró en Andalucía oriental en 1648, procedente de Valencia y Murcia, se corrió hacia la occidental en 1649, haciendo estragos en Córdoba, donde pereció la tercera parte de la población, totalizándose más de 13.000 víctimas. Y todo esto ocurría en una de las ciudades donde la distinción de clases sociales era más marcada, con un clero numeroso e influyente, donde era frecuente el abuso excesivo y la altivez de la nobleza, el desgobierno y falta de justicia. Lógicamente, esta malquerencia, unida a la escasez alimentaria y la extrema pobreza, enconó los ánimos y provocó el estallido de 1652, conocido como el Motín del Hambre, durante el cual, el pueblo tomó las armas al grito de “¡Viva el rey y muera el mal gobierno!”, saquearon la casa del corregidor, irrumpieron en las casas en las que se sospechaba se habían acumulado cereales y eligieron su propio corregidor. Como casi siempre, el resultado fue una cruel represión, donde varios vecinos de San Lorenzo fueron ajusticiados en público.
Y, lógicamente, no podemos extrañarnos de que la desesperanza de los más desfavorecidos produzca las formas más alucinantes de devoción. Esta pobre gente, ante su angustia, pesimismo y sufrimiento trataba de aferrarse a los signos extraordinarios, a visiones beatíficas, como el único lenitivo a su desdichada vida. Por eso era raro el convento donde no había una monja que levitara y fuera frecuente que las imágenes de Cristo crucificado derramaran sangre por el costado.
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D. Luís Enrique mis felicitaciones por su libro en el que describe un ayer que retrata el presente, solo cambiando los nombres de los personajes y el número del año o del siglo.
ResponderEliminarHaciendo referencia a la historia nuestra, mirando con una lupa nuestro entorno en las cuatro direcciones, nuestro querido rincón de Córdoba.
Ciudad sultana.
¡Viva el rey y muera el mal gobierno! gritando la gente desde el hambre acumulado, al asalto de mansiones donde se pensaba que se guardaba el trigo con el que poder cocer un pan que comer.
Ignorancia, hambre, fanatismo, y para colmo la peste venida y vista como un castigo divino.
Que se llevaba a la nobleza altiva, fueran seglares o clero por delante igual que al resto de la gente pobre.
Justicia al fin y al cabo.
En ese estado de cosas, y en aquella sociedad hambrienta se podía ver de todo volando por encima de las tapias del convento o de cualquier casa o palacio, en la sierra o en la capital.
Vd. retrata D. Luís Enrique el alma humana se vista como se vista, con jubón caro, de uniforme, con sayo trapense o de pordioseros.
Igual que hoy.
El gran valor formador de la historia nunca bien reconocido.
Repitiendo siempre los mismo errores a lo largo de los siglos, fiados en los pocos años que duramos vivos y jóvenes, creyendo que lo mejor es agarrar lo que se pueda cuanto antes sin mirar a tras y salir por piernas.
Como hacen los animales ignorantes, o los monos en los árboles.
Los fenómenos paranormales no existen, pero haberlos los hay.
Más allá de nuestro cinco sentidos de andar por casa, cortos y miopes.
Solo repasando la historia de la humanidad y a la luz de nuestro conocimiento actual, ya podemos sacar conclusiones.
La simple evolución del ser humano desde la época troglodita hasta nuestro presente actual, nos alumbra un proyecto que a la fuerza responde a una planificación que va más allá de las simples circunstancias evolutivas.
En la forma y en el fondo.
Siendo la neblina de nuestro intelecto el principal obstáculo, desbrozado con lo que se tiene a lo largo de los siglos, caminando lentamente.
Los retratos que Vd. hace de las personas recogen este aspecto, y ese es un mérito suyo por saber hacerlo con los mimbres de unas circunstancias que solo hacen que indicar el camino por donde se ha de avanzar, a tientas.
Con hambre, pulgas, guerras o plagas.
Son las manos del herrero que golpea el hierro y lo moldea estando al rojo.
Y que a veces en descuidos vislumbramos entre golpe y golpe como sombras que se cruzan a nuestro alrededor, y decimos que son espectros.
¿De los muertos?
O que los cochinos saltan volando por encima de las tapias.
Y siempre de noche.
Cosa curiosa.
Un saludo afectuoso D. Luís Enrique, y gracias por el relato.
Juan Martín.