La alusión en el título de esta entrada a
la «memoria histórica» pudiera llevar a algunos a pensar que estoy en contra de
la ley conocida por ese término, y nada más lejos de la realidad. Lo que ocurre
es que el nombre con el que se conoce esa ley, que debía ser del honor y la
dignidad, ha hecho fortuna de manera equívoca, más aún cuando la perversión
política la ha convertido en una apelación a la discordia en franca oposición
al espíritu fundacional de nuestra democracia que reside, precisamente, en la concordia.
Y sólo tenemos que ver el esperpento de los nuevos callejeros determinados por
la referida ley, donde se eliminan nombres como el Inca Garcilaso o Luis de
Góngora, por «sonar» a franquistas. De ahí que prefiera aplicar el término a
ese pletórico y ejemplar ejercicio de búsqueda de la propia identidad de muchos
pueblos de Córdoba, desde la participación ciudadana —la real, no la de los
programas políticos— y la creatividad artística y cultural, que ha hecho más llevadera
la insufrible canícula de este pasado mes de agosto.
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Representación de El Halcón y la Columna |
Este
es el caso de Belalcázar, pueblo del norte de la provincia, limítrofe con Extremadura,
que puso en escena El halcón y la columna, obra de teatro popular del dramaturgo cordobés Francisco Benítez,
en el espacio único del monumental convento de Santa Clara. Fue la
oportunidad de ver a 150 vecinos de la
localidad, actores noveles, paseando por el siglo XV, rememorando
su propia historia a través de un texto lleno de conflictos, intereses y luchas
territoriales. Ha sido la cuarta edición de una recreación teatralizada de la
historia del Condado de Belalcázar en un lugar de valor patrimonial sin
parangón, con la participación de los vecinos, que comienza con la muerte del
Maestre de Alcántara, Gutierre de Sotomayor, sigue con la unión entre Alfonso
de Sotomayor y Doña Elvira de Zúñiga, para concluir con las relaciones de Doña
Elvira y su primogénito, primer Conde de Belalcázar, que pasó a la historia
como Juan de la Puebla. En definitiva, se trata de una experiencia única y
sorprendente pues el espectador queda atrapado ineludiblemente en una atmósfera
singular donde el movimiento de actores y caballos, el vestuario, la
iluminación, la música e incluso el olor a incienso, son elementos
determinantes y envolventes.
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Representación de La Vaquera de la Finojosa |
Caso
semejante ocurre en la limítrofe Hinojosa del Duque, donde cada cuatro años los
vecinos representan La vaquera de la
Finojosa, obra teatral, también compuesta por Francisco Benítez, basándose
en la famosa serranilla del marqués de Santillana que comienza «Moça tan
fermosa non vi en la frontera como una vaquera de la Finojosa», convirtiendo la plaza de la catedral de
la Sierra en un escenario extraordinario. Este año no hemos podido gozar de ese
espectáculo popular, pero sí tenemos el aperitivo de la exposición de
vestuarios, montajes y fotografías sobre los 20 años de representación, que
se cumplirán el próximo agosto, cuando la podremos ver de nuevo bajo la
dirección de José Caballero, que ya dirigiera la tercera y cuarta edición.
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Representación de Fuente Obejuna en la plaza del pueblo |
Tampoco
este año hemos podido disfrutar en el pueblo de Fuente Obejuna de la representacion de ﷽﷽﷽﷽ste año hemos podido disfrutar de la
representaciscenario extraordinario. este ón de la obra de Lope de Vega;
pero sus vecinos se desplazaron nada menos que a Almagro, considerada hoy como
el templo del teatro clásico, para dejar perplejos a unos afortunados espectadores
que disfrutaron con la nueva y actual versión del grito de un pueblo contra la
injusticia. La obra se viene representando en el pueblo del Guadiato cordobés
desde 1935 con una periodicidad irregular, dándose la particularidad de que
desde 1992 son los propios vecinos los que la representan. Fui testigo, como parte
del equipo patrocinador, de aquella primera versión popular bajo la dirección
de Mª Paz Ballesteros. Y observé de cerca los nervios, la preocupación de los actores
al no ser profesionales; pero también fui testigo de esa convivencia
extraordinaria, de esa unión ilusionada en pos de un reto cultural diferente, identitario.
Porque los vecinos llevan y han llevado siempre a gala ese legado de símbolo de
la lucha de un pueblo contra la opresión, como declaró el técnico de la
concejalía de cultura, Angel Luis Martín, momentos antes de la puesta en escena
en la plaza de Almagro: «Lope nos dejó en herencia esta obra sobre la
injusticia y estamos orgullosos de defender este legado. Todos los nacidos en
Fuente Obejuna llevamos dentro el compromiso de defenderlo y transmitirlo». Y ciertamente,
bien que son leales a esa heredad social y cultural, pues solo hace falta
verlos actuar con ese nivel de implicación para no poder evitar la emoción.
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Festum. Detalle de una de las múltiples representaciones en Almedinilla |
Ejemplar
y modélica resulta igualmente la dinamización de todo un pueblo como
Almedinilla, en el sur de la provincia, en torno a su pasado ibero-romano hasta el extremo de determinar
también su presente y futuro. Me refiero a la celebración, también agosteña, de
FESTUM Jornadas Ibero-Romanas,
durante las cuales todo el pueblo se transforma rememorando ese pasado, en una rica
oferta cultural donde no está exento el ocio, siempre dentro del más absoluto
respeto al rigor histórico. Porque Almedinilla, desde que se descubriera su
villa romana, en 1988, y en ella la escultura de bronce de Hypnos —dios del sueño vinculado
iconográficamente a la noche, la muerte y la memoria—, se ha convertido en el
paradigma de un innovador concepto de rentabilidad cultural, en el que se
reafirma la importancia de esa dimensión en los procesos socioeconómicos y en el
desarrollo de los pueblos.
Porque, como
en ningún otro lugar, se visualiza una actividad que, no sólo contribuye al
desarrollo económico, sino a la integración social, a la convergencia de
políticas culturales o turísticas, siendo además portadora de valores y respeto
por los recursos, tanto culturales como naturales. Pero, como en los ejemplos
anteriores, Almedinilla se distingue además por el énfasis puesto en la
importancia de la participación de los ciudadanos, pues si posee un patrimonio
cultural y natural con el suficiente atractivo como para generar una corriente
de visitantes, este patrimonio forma parte, también, del disfrute propio de sus
habitantes. Y esto se traduce en desarrollo local, fundamentado en la capacidad
de optimizar los recursos, pero colocando siempre en primer lugar a su
población y la cultura elaborada y mantenida por unas gentes que aplican los
dictados de la razón al corazón.
Esta positiva
senda la siguen otros pueblos como Santaella, Aguilar de la Frontera o los
pueblos de la Colonización de Carlos III. Y realmente, todo ello, por su
riqueza y vitalidad, nos reconcilia con una esperanza perdida sobre el futuro cultural de
nuestros pueblos ante la nefasta, suprema y tiránica influencia de la televisión
basura.